martes, 13 de marzo de 2018

Una vela entre los verdeles

Con la llegada del mes de Marzo ha dado comienzo la campaña del verdel, o como se le conoce más comunmente, la caballa. Serán unos cuantos millones de kilos los que se extraigan de la mar durante un corto espacio de tiempo, este año la cuota permitida de pesca se ha recortado alrededor de un 20%, para la flota de cerco del Cantábrico, veremos cuanto dura esta campaña que suele ser extenuante para todos.

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La primera semana se ha cumplido y las primeras toneladas ya se han vendido, tras cinco días de trabajo incesante el viernes llega con los brazos y piernas resentidos para muchos. Descargar, colocar en cajas, paletizar, flejar, transportar, son muchas manos las que hace trabajar el verdel. Para recuperar fuerzas y tranquilizar ánimos decido salir a navegar el sábado al mediodía, luego, por la noche, cocinaré unos filetes de verdel en compañía de unos amigos. Para la mañana apuntan viento sur moderado con una mar de fondo que no llega al metro de altura, no me lo pienso dos veces, el viento sur no es el mejor para navegar en el Cantábrico, le llaman el loco, por algo será… Hace ya unas cuantas semanas que no navegamos al viento, asi que las ganas me empujan irremediablemente hasta el pantalán donde espera Siracusa amarrado pacientemente.

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El invierno se deja ver sobre la cubierta del barco, un poco de jabón y cepillo no le van a venir mal. Arranco el motor y tras revisar jarcia y otros elementos largo amarras, salgo solo y enseguida noto como el viento va a ser el protagonista del día. Aún por el río saco velas, el viento Sur lo tengo a favor para salir por el Bidasoa y hay que aprovecharlo. Al llegar a la desembocadura el viento crece y tomo un rizo a la velas, el viento sur sopla a latigazos.

Navego rápido, con viento de aleta, un viento que me empuja fuera de la bahía sin contemplaciones, volver a entrar no me resultará tan fácil. El mar está camuflado por el viento sur que lo aplana y le da apariencia serena, pero es un espejismo, la tensión en las escotas del génova y la caña del timón trabajando con firmeza lo delatan. Busco refugio tras el monte Jaizkibel, pero el viento Sur consigue superarlo por su parte superior y las laderas que se precipitan hacia el mar desde la cima hacen que funcione como un viento catabático, esto es, se acelera en su descenso hacia el mar y su fuerza es mayor al llegar a la parte inferior. El viento es racheado, ahora soplo, ahora no, las rachas se delatan en la superficie antes de alcanzarme asi que vigilo la mar intentando que no me sorprendan. Ciñendo, el barco tiende a escorar cuando le alcanza una racha, pero voy aprendiendo poco a poco a no caer en la primera tentación de amollar la escota de la mayor, orzo levemente algún grado más aprovechando la subida de viento y así controlo las rachas, de paso gano algo más de barlovento. Me divierto gobernando el barco, es curioso como al enfrentarse uno solo a ciertos problemas saliendo airoso de ellos se gana en confianza, pero si algo estoy aprendiendo con la navegación a vela es precisamente a no ser confiado, sobre todo cuando estoy solo a bordo.

Navego a sotavento del Cabo de Higer durante unos minutos, pero dado el aumento de la fuerza del viento decido volver a la bahía. Solo estamos dos veleros, todo para nosotros, un pequeño premio por nuestra decisión de navegar hoy. Ya entrada la tarde vuelvo a puerto, toca pelear un poco con el viento de proa, pongo motor y remonto el río hasta nuestro amarre, en unas horas estaremos probando los primeros verdeles de la temporada. El lunes volverán a descargarse la preciada caballa en el puerto y retornará el bullicioso ajetreo a la lonja.