Texto copiado de la publicación del equipo SCA de la VolvoOceanRace. Escrito el 1 de diciembre en algún punto del océano Índico al NE de Madagascar:
“Cuando era pequeña, mi madre me decía que no había nada más especial que ver las estrellas en alta mar. Abby está de acuerdo: “Lo que más me gusta de navegar de noche son las estrellas; y como no hay luces procedentes de ninguna ciudad pues se ven muchísimas”
Lo cierto es que no sabemos mucho sobre las constelaciones pero tampoco importa, es el universo en estado puro sobre nosotras. Esta noche, las condiciones son cálidas y con una brisa constante (que tiende a descomponerse poco a poco).
La navegación nocturna es la otra cara de la Volvo Ocean Race. Las cámaras necesitan luz para grabar y es realmente complicado poder documentar algo en vídeo sin embargo –para la tripulación- la navegación nocturna es igual de importante. A bordo del Team SCA (24/7) las tripulantes continúan luchando con todas sus fuerzas y de noche lo hacen como si navegaran con una venda en los ojos.
“La verdad es que me gusta mucho navegar de noche” decía Sam. “La navegación alcanza un nuevo nivel, de hecho mis mejores registros se dan de noche”.
Por la noche, si tienes suerte, no solo tienes las estrellas y la luna sino también los cálculos necesarios para llevar el barco y para orientarlo. Sin embargo, en otras circunstancias sucede todo lo contrario y solo tienes esos cálculos para navegar, porque por lo demás, estás a ciegas. Durante muchas horas (y hasta que no llega el amanecer) lo único que las chicas pueden hacer es mirar los números rojos del mástil.
La noche da lugar a un mundo nuevo. En el cielo hay estrellas fugaces, ves la luna, las constelaciones y en el mar las olas tienen un brillo de color verde. “Lo que más me gusta de navegar de noche es ver el brillo intenso del plancton” decía Justine. Cada vez que las olas chocan con la proa, el agua toma ese color verde y es como si hubiera electricidad en el mar.
“La noche es genial ya que no hay distracciones” comentaba Dee. “Sin embargo la parte del día en la que más me gusta navegar es en la puesta de sol. Es ese momento en el que puedes disfrutar de toda esa belleza que te rodea mientras saboreas una taza de te y disfrutas de esos cinco minutos que luego dan paso a la noche. De alguna forma siempre sabes que la noche va a ser dura por lo que no está mal disfrutar del atardecer”.
Pues ha sido terminar de leer este artículo y ponerse mi mente a trabajar… Apenas he navegado de noche, diría que tan solo durante media docena de oscuras ocasiones he tenido la oportunidad de disfrutar de esa especial situación.
Reconozco que lo he hecho además sin una tranquilizadora experiencia al timón, incluso recuerdo la opinión de algún amigo intentando disuadirme antes de soltar las amarras de mi pantalán en una templada tarde de verano... Pero siempre lo he hecho con buenas condiciones meteorológicas y asegurándome de la predicción.
Frente a la bahía de Txingudi y guiado por el haz del faro de Higer, he navegado algunas noches, eso sí, sin perder de vista los destellos lejanos de las luces de los que se sienten seguros con los pies en el suelo. Algo tendrán las noches que a tantos atrae, también buceando sucede, las inmersiones nocturnas llevan una carga adicional de emoción, la adrenalina se desboca por las venas, los sentidos se agudizan y nuestro cuerpo y, desde luego, que también la mente, pasan por diferentes fases que van desde una casi incontrolable excitación hasta una relajación solo comparable con el silencio que nos rodea.
Sí, navegar de noche es así, escuchas al viento y la mar, el sonido de la proa abriéndose paso lo inunda todo y llega sin distorsiones hasta la popa, ajustas drizas y escotas, orientas tus velas y sigues adelante abriéndote paso en en el silencio, en la oscuridad. Una negra opacidad que parece querer devorarte, pero nada más lejos de la realidad, la noche nos recibe con sosiego, la veremos llegar posiblemente tras un espectáculo en el que sol y mar se abrazan, su visión nos aportará serenidad y en apenas unos minutos estaremos bajo un manto de estrellas. Si tenemos suerte y sopla brisa la experiencia será fenomenal, navegar al viento con buena mar bajo la atenta mirada de “Catalina” habrá pasado ya a ser uno de nuestros mejores momentos navegando.
Reconozco que navegar de noche y sin demasiada experiencia acarrea cierto riesgo, pero como renunciar a esos momentos tan diferentes a los que vivimos a diario. Las dos noches que pasé entre la península y la isla de Menorca en el Olatua fueron de matrícula de honor, una luna casi llena que fue nuestro faro durante unas horas, el cielo sobre nuestras cabezas plagado de destellos que nos llegaban desde años luz, unas horas a solas con la rueda del timón mientras tus compañeros duermen, son momentos que solo los puedes vivir si das ese paso al frente, si un día dices “¿ por qué no ?”.
La bahía de La Concha en San Sebastián también nos acogió en una ocasión mientras dormíamos a bordo, todo un lujo para alguien que ha pasado una buena parte de su vida en esa ciudad. En aquella ocasión estuve además acompañado de mi familia, dormir a sotavento en la isla de Sta Clara fue una bonita experiencia para mis hijas. No olvidaré el amanecer siguiente con un cielo azul y una mar totalmente en calma, lo primero que hice con una de ellas fue darnos un baño e irnos nadando hasta la isla, fuimos sus primeros visitantes ese día.
En menos de tres semanas entraremos en el invierno, llegarán los temporales y los vientos helados del norte, será entonces muy difícil que pueda navegar una noche. Mientras añoramos aquellos momentos vividos a oscuras sintiendo más que nunca el viento, esperaremos pacientes a que llegue una nueva oportunidad para poder flirtear con la luna.