sábado, 28 de julio de 2012

Los tesoros del Mediterráneo

           Hacía ya 3 años que no nos acercábamos al Mediterráneo, su recuerdo me venía a la mente con frecuencia. La última vez lo visitamos, mis hijas tenían 7 años

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        Esta vez ha sido diferente, con casi 11 años cumplidos la aventura estaba servida. Pertrechadas con sus equipos de snorkel hemos podido disfrutar de los fondos de las calas de Calella de Palafrugell a pleno pulmón.

      Estrellas de mar, bancos de salpas, sargos, erizos, pulpos, y otros habitantes del Mare Nostrum, han sido algunos de los tesoros que hemos podido ver bajo la superficie, pero si alguno a destacado por encima de todos han sido las Orejas de Mar, el nácar del mar.

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       Solíamos visitar por las mañanas las pequeñas calas situadas a pie del pueblo, allí, en la de Port Bo, o en la de Platja d´en Calau, o en la de Malaespina, o en la de El Canadell, nos zambullíamos en busca de los tesoros del Mediterráneo. Para los que estamos acostumbrados a bucear en el Cantábrico, el Mediterráneo nos parece una maravilla, poder disfrutar de una visibilidad de 15 metros o más es algo que ocurre en nuestro mar al año contado con los dedos de una mano.

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       Las inmersiones a pulmón se sucedían, había que descender entre 4 y 8 metros en busca de las conchas de estos preciados moluscos. Al quedar postradas sobre el fondo con la parte de nácar hacia arriba no es complicado verlas desde la superficie, los rayos de sol que atraviesan el agua y llegan hasta esas profundidades las delatan por sus brillantes reflejos.

      Vas inspeccionando el fondo desde la superficie, afinas la vista y de pronto un destello te avisa, una reluciente oreja de mar aguarda allí abajo. Te detienes, inspiras aire con tranquilidad, llenas y vacías tus pulmones unas cuantas veces y finalmente haces una buena inspiración que te permita tener una buena reserva de combustible mientras estás allí abajo. Con un golpe de riñón te sumerges y enseguida tienes que hacer la primera compensación de presión en los oídos, te cierras los orificios de la nariz, intentas expulsar aire por ellos, pero enseguida son los tímpanos los que ceden a la presión y dejan desalojar el aire que los oprime. Si la inmersión es profunda probablemente haya que volver a compensar, luego recoges la brillante oreja de mar, y sigues buceando buscando por el fondo algún otro tesoro. Pero la reserva de aire pronto llega a su fin y tenemos que volver a la superficie. Son apenas 40, 50 ó 60 segundos los que transcurren, pero las sensaciones siempre son fantásticas. También pudimos recoger de allí abajo, algunos pequeños esqueletos de erizos de mar, son algo así como unas conchas sumamente frágiles con forma esferoide achatada con una bonita superficie granulada.

     Así, entre bocanadas de aire retenidas en los pulmones, la lectura de un libro sobre un increíble viaje de 20 años navegando en un velero de menos de 8 metros alrededor del mundo, la visita a algún faro y el olor a Mediterráneo, hemos vuelto a pasar unos días en aquella orilla que tanto estábamos añorando en casa. Algo tiene ese mar que nos embruja y que cada vez que lo visitamos volvemos a casa con la convicción de que algún día allí viviremos un gran sueño…

     Pero llegamos a casa y una sorpresa nos aguarda al día siguiente, llama el cartero a la puerta y nos entrega un paquete, ¡¡ ya está, es mi libro !! antes de irnos al Mediterráneo dejé hecho el pedido a la editorial y antes de lo previsto ya me lo mandan. Este va a ser también un tesoro, pero será del Cantábrico. Nervioso abro el paquete y manoseo el libro, me encuentro emocionado, creo que ha quedado muy bonito, el interior me gusta y me leo enseguida algún párrafo. Sueño cumplido.

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