viernes, 30 de agosto de 2013

Ancla con orinque contrapesado, próxima tarea.

            El pasado fin de semana comprobé in situ como el ancla puede hacerte un faena. Nos fuimos hasta St Jean de Luz a pasar el día la mujer y yo, de novietes, vaya. El plan era perfecto, mar de fondo de apenas 0´5 m, sol para todo el día, para el viento el pronóstico era también bueno, flojo a primera hora, tan solo 2 kn, pero para las 11 h empezaría a crecer hasta situarse en unos 8 ó 9 nudos, perfecto para Zaldi, mi velerito de 6 m.

       El pronóstico se cumplió a rajatabla. Salimos a las diez y media con muy poco viento pero también con una mar plana, sin olas. Gracias a esto último podemos al menos sacar la velas y navegar pacientemente a una velocidad que no supera los 2 nudos, el viento llega del N y nos obliga a ceñir dando un par de bordos en la bahía. A eso de las 11´15 h aparece una tenue brisa que comienza a rizar la superficie de la mar y Zaldi sobrepasa ya los 3 nudos.

 

La almiranta en su puesto.

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Volviendo

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        Al rato, y como premio a nuestra paciencia, navegamos a más de 5 nudos con el viento de través. La sonrisa inunda nuestros rostros, si el viento no cambia en una hora estaremos entrando en la bahía de Ciboure. Poco a poco el viento lo vamos tomando de aleta, y no por que él esté rolando, somos nosotros los que vamos apuntando con nuestra proa poco a poco más al sur al acercarnos a la localidad labortana. Con el velero navegando sin escora y a buen ritmo entramos en la ensenada, arriamos las velas y nos dirigimos al fondeadero que vemos a estribor frente al castillo de Sokoa.

          En la foto, el castillo de Sokoa está situado en el extremo inferior izdo, donde los espigones hacen una L.

Saint-Jean-de-Luz

        Allí hay un buen número de boyas en las que se puede fondear siempre que su dueño no aparezca, pero el día está magnífico, el viento es muy suave tras las murallas del espigón y veo que hay un hueco amplio donde poder fondear con el ancla.

      Tenemos una sonda de unos 5 ó 6 metros bajo el casco y aún queda una hora para alcanzar la pleamar. Sin dudarlo echamos el ancla de 10 kg, le siguen 7 metros de cadena de 6 mm y dejo que unos 10 metros de cabo se vayan debajo del agua. El fondeo es seguro, el viento sopla muy suave, no hay motivo para temer nada, además, se que el fondo es de arena. Nuestra idea es darnos un baño, comer y tumbarnos después a la bartola a leer, a dormir y a lo que el cuerpo nos pida, mala vida…

      Tras seguir el guión previsto llega el momento de subir el ancla, me coloco yo en proa y “la santa” en el timón. Comienzo a cobrar cabo y el barco avanza lentamente hacia la vertical del ancla. La cadena comienza a aparecer en la superficie pero, ¡¡ ay amigo !!, tiro con fuerza y solo consigo joderme las manos. Tiro y tiro pero nada, giramos el barco para tirar desde el otro sentido pero no conseguimos que el ancla se suelte. Así, pasamos unos minutos, tiramos, soltamos, recogemos, pero nada.  Al final solo nos queda una salida, gafas de bucear y al agua, se que el fondo no está lejos y mis apneas en reposo rondan los 90 segundos, más que suficiente para llegar al ancla y soltarlo.  Me agarro a la cadena y bajo rápido, compenso la presión de los oídos y enseguida llego al fondo, estoy encima de una solitaria roca plana y por un costado de la misma aparece la caña del ancla. Tiene los brazos trabados debajo de la roca, la sujeto por la cruz y tiro de ella, enseguida queda libre y la coloco encima de la roca libre de enredos. En unos segundos estoy en la superficie, le digo a mi mujer que ya puede subirla mientras yo subo al barco, no tardamos en tener las velas izadas mientras abandonamos la bahía.

         La mala suerte quiso que en el fondo el ancla coincidiese con la única roca que había en la zona. Por ello he decidido colocar un orinque en el ancla ( ya veremos cuanto tardo en ponerlo… ). La idea es hacerlo con un pequeño contrapeso ( plomo ).

         Debajo de la boya se coloca una pequeña argolla o una polea ( al gusto del consumidor ), por ella pasará el orinque que viene del ancla y volverá hacia abajo por el peso del plomo. De esa forma el orinque podrá variar su longitud en función de lo que haga la marea y siempre quedará en la vertical del ancla marcando correctamente su posición.

        Si vuelve a quedarse el ancla trabada en una roca, la solución será entonces tirar del orinque que levantará primero la cruz del ancla en lugar de tirar de la caña. No es un método que funcione al 100%, pero si salva del apuro en muchas ocasiones.

       En la siguiente imagen he recreado la situación por la que pasamos, he dibujado el orinque ( que no teníamos ) con su correspondiente boya y el contrapeso. La flecha de abajo indica como habría salido el ancla de haber contado con dicho aparejo al tirar de él en vez de la cadena.

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           Hasta aquí la teoría, ahora tocará poner en funcionamiento el tema, pero eso será en otra publicación.