domingo, 19 de mayo de 2013

Demasiados kilómetros, “anhelo soltar lastre, librarme de las cosas…”

 

        Ayer, al llegar a casa tras terminar el trabajo, leí una frase que hizo revolver algo dentro de mí, “anhelo soltar lastre, librarme de las cosas, acumular menos, depender menos, moverme con más sencillez”.

      ¡ Cuantos deseos esconden esas palabras !, “parece que lean mi el pensamiento…”, pensé. Llego a casa cansado, con la cabeza aún en otro mundo, en el mundo de la antxoa que se está pescando en estas fechas…un mundo de gritos, de prisas, un mundo de cierta avaricia, de mentiras y mentirosos, de pesca mal pagada, un mundo que está logrando saturarme, demasiados kilómetros…

      El cuentakilómetros se puso a cero allá en los primeros años de la década de los 80, entonces comencé viajando con mi padre. Al cabo de unos años tuve que hacerlo ya solo y así sigo a día de hoy, sumando kilómetros solo, demasiados kilómetros…

      La cifra exacta claro está que no la sé, pero hace tiempo ya que dejé atrás los 4.000.000 de km recorridos, demasiados kilómetros…

     Esos más de tres millones de kilómetros son muchas vueltas a este planeta en el que vivimos. Son vueltas que en realidad no he dado y sin embargo sueño con frecuencia con una sola de ellas, una que me lleve sin prisas, una que me lleve el tiempo de una vida si hace falta, viajar sin prisas, vivir para viajar, y no lo que hago ahora, viajar para vivir.

      La frase, la que leí al llegar a casa, fue pronunciada por Peter Matthiessen, naturalista y escritor, leerla en ese momento fue todo un revulsivo, un estímulo, estuve un buen rato dándole vueltas a esas palabras intentado hacerlas mías, yo también quiero soltar lastre, librarme de las cosas, acumular menos, depender menos, y sobre todo moverme con más sencillez, sin tantos kilómetros, sin demasiados kilómetros…

      Esta vida que llevamos no tiene sentido, o cada vez lo tiene menos, olvidamos fácilmente lo felices que que podemos llegar a ser con algunas cosas sencillas. Pero mi rumbo lo veo cada vez más nítido, la aguja de mi brújula, o compás, como se dice en la mar, está fija. En mi derrota no hay espacio para el abatimiento ni la deriva.  Mi barco navega hacia un lugar donde lo sencillo ocupa todo el espacio, sé que es un destino complicado de alcanzar, pero estoy seguro, cada vez me quedan menos kilómetros para llegar, procuraré que sean los menos posibles.

     

        Entro en casa, cansado, mi ropa huele a pescado. Silencio en la cocina, silencio en las habitaciones, no hay nadie en casa.

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         Pongo música, alguien canta en francés, un fría cerveza corre por mi garganta mientras me dispongo a limpiar pescado para la cena. Hoy el mar nos ha regalado unas antxoas, estamos en temporada. Limpiar pescado, escuchar música, una cerveza fría, que poca cosa me hace feliz, pienso.

        En unos minutos el pescado está listo y preparado, pronto caerá acompañado de unas finas láminas de ajo sobre el aceite caliente. La canción en francés ha terminado y la botella de cerveza está vacía, se ha terminado lo bueno, enseguida viene lo mejor, cenaremos esas antxoas que llevan, como yo, demasiados kilómetros. Vienen navegando desde aguas profundas, allí pasan el invierno, pero al llegar la primavera algo ocurre que son llamadas a ocupar aguas someras. Por el mes de Abril comienzan a acercarse a la costa hasta que una red se interponga en su viaje, de esa forma son sacadas de la mar, una mar que a ellas les da la vida y a nosotros también.

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            Antes de cenar damos un paseo por el puerto, por el deportivo, no por el del trabajo. Caminar por los pantalanes donde reposan amarrados decenas de veleros me reconforta. Mientras mis pasos me llevan de aquí para allí, sin rumbo fijo, mi vista se fija en algunas de esas embarcaciones que son impulsadas por el viento, leo sus nombres y algunos me invitan a soñar despierto, me veo agarrado al timón de algunas de ellas, un destino que poco a poco lo percibo cada día más próximo, menos incierto. Mientras deambulamos entre los barcos le cuento a mi mujer mis sueños, con su mirada sé que me comprende, aunque también que no comparte toda la historia… He intentado buscar un cómplice entre mis amistades, alguien con quien compartir calmas, vientos fuertes y olas, anocheceres y amaneceres y noches de estrellas y luna, pero bajar de las montañas para venirse a la mar no es fácil, está claro que las montañas les tienen bien sujetos.

        En nuestro pasear escucho el sonido de las estachas al ser tensadas por el movimiento de los barcos y los pantalanes flotantes, hay mar de fondo y el agua sube y baja a su antojo intentando escapar de los muros que la oprimen. Hoy el viento sopla flojo y los obenques no silban, solo se escucha a las gaviotas en su ir y venir y el crujido de las amarras realizando su trabajo en las cornamusas. En la zona de carenado hay algunos veleros en dique seco, los están limpiando y aplicando la pintura contra las incrustaciones, sus dueños se esmeran para dejarlos relucientes. Dentro de un par de semanas será el turno de sacar mi velero, en unos días Zaldi volverá a estar impecable y listo para navegar y yo seguiré aprendiendo ese arte que es navegar a vela.

       Estamos en Mayo y sin embargo el viento, aunque suave, aún es fresco, el paseo llega a su fin. Unas nubes oscuras que llegan por encima de Jaizkibel amenazan el tranquilo atardecer y todo apunta a que quieren descargar sobre Hondarribia, parece que las predicciones van a acertar, si mañana también lo hacen me temo que no habrá paseo. Hecho mucho de menos las noches de verano a bordo de Zaldi, dormir mecido por el mar tras haber navegado bajo el manto estrellado es… no tengo palabras.

           

miércoles, 8 de mayo de 2013

Regata “La Gaviota”, 50 millas por el Cantábrico.

           Cuando el jueves recibí la llamada en la que me invitaban a formar parte de la tripulación del Xibika, un flamante First 38, para participar en La Gaviota, me faltó tiempo para decir sí. Las predicciones de viento eran de un NE suave aumentando al mediodía hasta casi 10 nudos, y disminuyendo a última hora de la tarde para quedar en unos flojitos 3 nudos. La mar ayudaría lo suyo con una casi inexistente mar de fondo que permitiría aprovechar todo lo posible el suave viento previsto.
           A primera hora de la mañana nos juntamos en el puerto de Zumaia, ya que el barco está amarrado en este puerto, los 5 tripulantes. Lo primero de todo, me dicen, será cambiar las velas, van a colocar unas de fibra de carbono que rinden más que las que trae de serie. Entre quitar y poner se nos va una hora y con los nuevos trapos ya en su sitio partimos enseguida hacia Getaria, lugar de inicio de la regata. Llegamos a Getaria a las 11´30 h, aún queda 1/2 hora para la salida y los barcos buscan ya un buen sitio para la misma. Hay más de 20 veleros inscritos en la regata y la bahía de Getaria es un ir y venir de embarcaciones intentando colocarse lo mejor posible.
        Son las 12 h, dan la salida, hay que navegar primeramente hasta una boya situada al NW y allí virar hacia el NE para encarar ya el largo de ida ida hasta la plataforma “La Gaviota”. El viento parece que quiere portarse y como estaba anunciado ha comenzado a subir un poco en intensidad, entra desde el NE y nuestra táctica va a ser navegar primeramente de través, lo haremos así hasta conseguir situarnos en la misma latitud, más o menos, que la de la plataforma “La Gaviota”. Una vez conseguida esa latitud sacaremos el spi y navegaremos con el viento de aleta, buscaremos con la mirada la boya colocada a 1 milla al SE de “La Gaviota” que marca el punto de retorno.
La Gaviota
        Algunos barcos comienzan a dejarnos atrás y a otros los dejamos nosotros. La mayoría opta por navegar a una distancia no muy lejos de la costa, pero nosotros queremos probar algo diferente y poco a poco ponemos rumbo NW entre el 295º y el 300º. A poca distancia de nosotros se sitúa otro velero, al que nosotros denominamos “el 53”,  ya que lleva esos números en su matrícula. Parece que este velero ha tenido la misma idea y se mantiene a unos 200 metros de distancia por detrás. Pero antes de llegar a los 43º 30', que es la latitud de “La Gaviota”, el 53, saca su spi y varía su rumbo navegando de aleta al 270º. Nosotros insistimos en nuestra táctica y continuamos aún durante media hora más navegando al 300º.
      Llegamos a la latitud 43º 30’ y desplegamos nuestro spi, para entonces el 53 se ha adelantado ya algo. Por si fuera poco, el viento ha perdido algo de fuerza y nuestra idea de navegar ahora rápidos con el spi se está esfumando, mala suerte. El 53 nos ha sacado un buen cacho y va a llegar antes a “La Gaviota”, nos contentamos con la esperanza de poder darle alcance en el regreso, intentaremos aprovechar las buenas maneras de nuestro barco navegando contra el viento.
      Viramos en la boya situada el SE de “La Gaviota” y al encarar el SW vemos que el 53 está a una milla de distancia, pero nuestro propósito es claro, darle alcance y superarlo. El Xibika comienza navegar como el sabe y pronto alcanzamos y superamos los 6 nudos de velocidad, el viento se mantiene entre 6 y 8 nudos del NE y al cabo de una hora nos damos cuenta de que la distancia con el 53 se ha reducido. Navegamos pendientes del trimado de las velas para sacarles el máximo rendimiento y nuestro trabajo pronto da sus frutos, la distancia con el 53 se ha reducido mucho y vemos factible superarlo.
       La previsión del viento decía que a las 20 h el viento caería de forma clara y parece que se cumplirá, ya nos cuesta superar los 5 nudos de velocidad pero el 53 es nuestro. Por estribor vemos otros dos participantes que han perdido fuelle y decidimos ir a por ellos también, el Xibika se está portando a pesar del flojo viento. Para ayudar a las velas nos colocamos todos a sotavento, el patrón se da cuenta de que llevamos los depósitos de agua llenos, son más de 200 kg de lastre que podemos prescindir de ellos, abrimos los grifos y vaciamos. El viento es ya muy flojo y algún velero tiene serios problemas para poder avanzar, lo superamos también y van 4 ya en la vuelta. La noche nos ha alcanzado, estamos a menos de dos millas del ratón de Getaria, el faro nos guía.
       Sobre las 22´30 h nos dan por radio el “TOP” de llegada, nos felicitamos, por detrás aún quedan bastantes barcos por llegar. Nosotros ponemos motor y nos vamos a Zumaia, puerto base del Xibika. Allí arranchamos el barco y damos por terminado el día cuando el reloj marca ya casi las 24 h,  ha sido un día largo e intenso. He participado en mi primera regata de una distancia respetable ( al menos para mi, la distancia ), una experiencia fenomenal.
       Reconozco que la competición no es lo que más me llama, pero hay que ver lo que se puede aprender en un día como este…
      Poco a poco estoy notando como los brazos de Neptuno me abrazan más y más, el mar, y más concretamente navegar a vela, ocupa en esta fase de mi vida un hueco cada vez mayor., será el embrujo del mar, será el canto de las sirenas… 
Dejo un vídeo con imágenes de la regata.