domingo, 3 de noviembre de 2013

Tradiciones, supersticiones, leyendas…

       Llegan los primeros temporales al Cantábrico, y con ellos los ratos de lectura mientras la lluvia golpea el cristal de las ventanas. Algunos, los más afortunados, podrán disfrutar de las páginas de un buen libro escuchando la lluvia golpeando la cubierta de su barco, imaginaros la escena, no será difícil…

Baja presión   Altura olas

       Una lámpara, que con su tenue luz ilumina el espacio principal, una humeante taza de café, la lluvia resbala tras el metacrilato de los portillos, un buen lugar para sentarnos con las piernas estiradas, y entre las manos un buen libro, “El espejo del mar”, de Joseph Conrad. Seguramente los crujidos de las estachas que sujetan el barco a tierra se dejarán oír, la mar de fondo que levanta grandes olas allí fuera se siente dentro del puerto. Los sonidos que delatan que el barco está vivo resuenan bajo la cubierta, son pequeños crujidos, alguna driza es cimbreada por el viento y golpea el mástil, en las rachas de viento duro este silba al esquivar los obenques. Pero lo más significativo de todo, eso que nos recuerda que no estamos en tierra firme, un tímido vaivén que nos acuna mientras nos imbuimos en la lectura…

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       Este “mal tiempo” que llega, ha conseguido que ciertas páginas de diferentes libros me vengan a las manos. Son páginas donde se da cobijo a los supersticiosos, a los creyentes de diferentes tradiciones y leyendas. Una de ellas capta mi atención, habla de una serpiente, una larga serpiente que se ocupa de dar protección a cada embarcación…

Con lo poco que me gustan a mi esos reptiles y resulta que llevo una conmigo cuando navego.

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         Según una tradición bretona, todos los barcos tienen su ángel de la guarda, este está representado por una serpiente que toma forma en la estela que deja en el mar cada embarcación mientras navega. La serpiente lleva el nombre del barco, y si un día el armador decide cambiar el nombre al barco empezarán los problemas. Esto sucede debido a que habrá dos serpientes tras la popa, ambas descuidarán sus obligaciones de protección a la nave mientras se enfrentan entre si disputándose el puesto.

         Para terminar con esa situación al armador del barco solo le quedará una solución, zarpará con algunos amigos a bordo y con varias botellas de vino, tantas como puedan beber hasta emborracharse. Pero no todo el vino será para ellos, parte de él será arrojado por la popa para que la serpiente que llevaba el nombre antiguo lo beba y  mientras tanto se distraiga. De esa manera la serpiente antigua perderá al barco y la nueva serpiente podrá seguir protegiendo a su embarcación.

 

        Sobre como proteger el barco al cambiarle el nombre hay varias leyendas, pero esta, la de la serpiente, me ha parecido la más sugerente. Otra hay también, muy conocida por cierto, que cuenta que el nombre antiguo del barco debe de conservarse escrito en una pequeña placa de latón o bronce. Esta placa debe de colocarse o bien en el mástil o junto a la mesa de cartas.

Si algún día tengo que cambiar el nombre a mi velero será la tradición de la serpiente la que respete, beberemos hasta perder el rumbo…