domingo, 17 de febrero de 2013

A St. Jean de Luz, un paso más.

         Llevaba tiempo con muchas ganas de acercarme hasta la localidad de la costa labortana. La bahía de St. Jean de Luz, orientada al Norte, está defendida por altos y robustos espigones levantados en su entrada como rompeolas, estos evitan que en su interior se puedan sentir las grandes olas que con frecuencia llegan hasta allí.
         St. Jean de Luz es sobre todo un puerto pesquero, eso sí, no muy grande, no busquemos en su bahía un gran puerto deportivo, acercándonos al extremo Oeste  de su playa encontraremos allí la entrada, por un tramo acanalado, a la zona portuaria. En el costado este del puerto, en la orilla de la localidad de Ciboure hallaremos un pequeño espacio para embarcaciones deportivas, unas 80 plazas dan cobijo a algunos yates y veleros de no demasiada envergadura. Apenas queda sitio para los visitantes, tan solo hay un pantalán de apenas una veintena de metros, este está situado junto una rampa por donde se sacan los pesqueros a tierra para efectuar labores de limpieza y reparación. Según la web de turismo de la zona hay espacio para unos 8 barcos de visitantes, pero en esta otra web hablan de 6 plazas para visitantes. Ciboure y St. Jean de Luz son dos localidades separadas por el río La Nivelle que vierte sus aguas a la bahía, son dos poblaciones que merecen y mucho una visita.

Situación del los pantalanes de embarcaciones deportivas marcada en rojo.

Amarres embarcaciones deportivas

Amarres embarcaciones deportivas 2


La travesía efectuada.
S.Jean de Luz


         Anunciaban una meteorología benigna para todo el fin de semana y han acertado de lleno, “los del mar” también lo han hecho. Las predicciones eran de mar de fondo de algo más de un metro y viento del este fuerza 2-3, tan solo en la fuerza del viento han errado un poco, llegando a St. Jean de Luz me ha tocado navegar con rachas de fuerza 4 o algo más, estas me han obligado a cambiar, ya que no tengo enrollador, mi génova en proa por el foque, una vela más reducida. La verdad es que el cambio de vela, que lo efectúo sin demasiadas complicaciones, lo hago sobre todo para no tener problemas a la hora de navegar entre los espigones que protegen la entrada a la bahía. Durante la ida he tenido que navegar ciñendo continuamente contra un viento que soplaba entre NE y el E y así, las 5 millas que separan Hondarribia de St. Jean de Luz, se han convertido en 9 y me han llevado más de tres horas. Apenas he podido superar los 3 nudos, Zaldi no es un barco para grandes empresas ciñendo, pero lo he pasado bien peleando con el viento de cara, siempre se aprende algo. Para mi, navegar es disfrutar, pero desde luego que también aprender.

          Una vez dentro de la bahía me dirijo al costado oeste de la misma y fondeo ante el pequeño castillo de Sokoa, allí se puede encontrar un fondo de arena que varía entre los 5 y 8 metros que permite echar el ancla sin problemas. Yo he tenido la suerte de encontrar una boya libre y me amarro a ella mientras como. Pensando en lo cómodo y rápido que iba a ser el viaje de vuelta descanso unos minutos disfrutando del entorno, a lo lejos puedo ver claramente la silueta de Aiako Harriak, algo más cerca tengo el Larum con su cima invadida.


Castillo de Sokoa
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Aiako Harriak
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          Pero hay que regresar, recojo todo y preparo el barco para la vuelta, cuando entré en la bahía el viento del Este estaba arreciando y si continúa con la misma fuerza llegaré a Hondarribia a buena hora. Vuelvo a cruzar los espigones, ahora hacia el Norte, enseguida me doy cuenta que el viento fuerza 4 a desaparecido mientras yo comía dentro de la bahía, ahora sopla una brisa fuerza 2 que al menos sigue siendo del Este. Previendo que el viento iba a ser el de la llegada tengo colocada en proa el foque, pero visto lo visto me coloco en proa con el génova y cambio el foque por esta. Vuelvo a popa, largo escota de la mayor y pongo esta vela asomando por babor y el génova por estribor, voy a navegar a “orejas de burro”.  No hay mucho viento, pero el que sopla lo intento atrapar sin que se me escape una brizna, el gps me indica que navego a una velocidad que oscila entre 4 y 5 nudos, no es una “velocidad de regata”, pero al ir a rumbo directo se me antoja rápida la vuelta, en poco más de una hora navego las 5 millas que me separan de mi pueblo.
        Una curiosa sensación me recorre el cuerpo al ir remontando las aguas del estuario del Bidasoa en Hondarribia, Zaldi tiene ganas de llegar a su pantalán, ¿o será su patrón… ? Hace un año empecé a navegar, entonces no me atrevía a salir solo a la bahía, a día de hoy algunos progresos ya se han sucedido, el verano pasado navegamos la familia al completo hasta Donostia, he comenzado a navegar algo de noche, ya navego solo con mi pequeño velero y hoy me he acercado hasta St. Jean de Luz, ha sido un paso más, un paso de un largo camino que aún me queda por recorrer.

Un vídeo de la travesía

domingo, 3 de febrero de 2013

Galerna, el vendaval del Cantábrico.

          Todos los veranos sucede alguna, y digo verano debido a que son los meses estivales en los que más aparecen, son las galernas, tormentas muy fuertes que aparecen sin casi aviso.
           A lo largo de la historia han barrido la costa cantábrica varias veces con resultados catastróficos. No es difícil encontrar en archivos noticias sobre los sucesos acaecidos en 1.878, 1.912, y en 1.961, sucesos que se llevaron por delante muchas vidas de pescadores.

           Empezando por la más antigua, la de 1.878, conocida como la galerna del “sábado de Gloria”, sucedió el sábado 20 de Abril. Afectó sobre todo a los barcos de pesca de bajura de Bizkaia y Cantabria que estaban a unas 15 millas de la costa. El temporal se desató sin previo aviso, algunas embarcaciones intentaron capearlo y otras probaron a correrlo, pero dada la fragilidad de aquellas naves ninguna de las dos opciones era garantía de salvación. Fallecieron en aquella galerna más de 300 pescadores, 183 eran bizkainos de los puertos de Bermeo ( 98 ), Elantxobe ( 49 ), Mundaka ( 15 ), Ondarroa ( 13 ),  Lekeitio ( 6 ), y de Algorta ( 2 ). Los cántabros se cobraron 130 vidas, de la capital, Santander ( 60 ),  Laredo ( 36 ), Colindres ( 28 ), Suances ( 4 ) y de los pueblos de Castro Urdiales y Noja también falleció alguno. Gipuzkoa solo tuvo 5 bajas en sus barcos de Donostia.
       Numerosas familias quedaron en una situación de desamparo social y la solidaridad fue la principal respuesta que se obtuvo. Se sucedieron numerosos conciertos y funciones teatrales de carácter benéfico y se abrió una suscripción a nivel nacional para ayudar a las familias de los pescadores. A raíz de aquella tragedia aparecieron propuestas para que los pescadores trabajasen en mejores condiciones de salud y seguridad. También sirvió para que los servicios meteorológicos empezaran a prestar servicio y así mismo se dio un impulso a los servicios de salvamento marítimo.

         En el año 1.912 volvió a suceder, fue durante la noche del 12 al 13 de agosto, por ello se la conoce como la galerna de “la noche de Sta Clara”. Aquella fue una galerna de tipo frontal ( luego explicaremos la diferencia entre galerna frontal y galerna típica ) con ciclogénesis explosiva. En esa ocasión la mar se llevó a 143 pescadores que estaban en la costera del bonito. 116 eran de Bermeo, 16 de Lekeitio, 8 de Elantxobe y 3 de Ondarroa.
        El padre Orcolaga estaba en el observatorio meteorológico de Igeldo, fue él quien primero dio la alarma, está fue difundida con rapidez por los señaleros que se apostaban a los largo de la costa y ondeando las banderas de peligro hicieron llegar el aviso a los diferentes puertos de nuestra costa. Algunos vapores pudieron regresar a tiempo, pero otros más confiados y necesitados de la pesca escogieron quedarse y continuar con su labor. Esta opción, la de quedarse pescando, parece ser que cobre fuerza debido a que llevaban varios días de escasez de pesca.
       Hubo 3 supervivientes entre las embarcaciones que zozobraron, uno de ellos fue Juan Daniel Escurza, patrón de un barco con base en Lekeitio. Sobrevivió gracias al apoyo que obtuvo al fabricarse una cruz con dos mástiles. Fue recogido por un arrastrero donostiarra, el Mamelena 13.
      Aquella galerna dio un impulso a la fabricación de los motores para barcos y los remos y velas fueron desapareciendo poco a poco. Asi mismo mejoraron los servicios meteorológicos y de salvamento marítimo.
De todo aquello se ha filmado un documental en el que se recrean los hechos ocurridos en aquella fatídica noche.