domingo, 31 de enero de 2016

Un huerto con olor a mar

        

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         Sin buscarlo ni perseguirlo, ha sido él quien ha venido a nosotros. La suerte y alguna carambola han querido que un pequeño y olvidado huerto, vaya a llenar de ahora en adelante muchas ratos tras acabar el trabajo diario. Será una buena alternativa a los días de mala mar.

          Nunca hemos tenido nada parecido, asi que toca volver a aprender, no sabemos nada de plantar, de regar, de recoger frutos y verduras, pero bueno, que importa no saber. ¿ Acaso sabíamos algo antes, antes de navegar, antes de bucear, antes de ser cuatro en casa ? No cabe ninguna duda de que la vida es un aprendizaje continuo, y más vale que sea así, que aburrida es la monotonía…

        Cuando nos enseñaron por primera vez el lugar, nuestra reacción fue la de unos ilusionados novatos a los que la visión de un arduo trabajo no les asusta, al contrario, les motiva. El terreno era un completo vergel, aunque ya fue huerto hace años, el fallecimiento de la persona responsable de su cuidado hizo que el abandono facilitase el crecimiento de espinos, zarzas, malas hierbas y el lugar fuera olvidado como se olvida un antiguo barco en un varadero, dejándolo morir poco a poco. Pero hasta el más desvencijado de los barcos puede ser recuperado y volver a navegar, con este huerto está pasando igual.

         Su entrada, guardada por una  vieja verja, estaba colapsada por una maraña de plantas invasoras, zarzas y gran número de ramas que colgaban de un melocotonero situado cerca de la puerta. Unas escaleras ocultas por barro y hierbajos marcaban el camino de entrada, pero tan solo era posible descender por ellas 4 ó 5 escalones antes de toparnos con la vegetación.

       Nos abrimos paso como pudimos intentando llegar hacia el fondo del terreno, pero fue imposible pasar de la mitad. Entonces algo nos llamó la atención, un embriagador olor a azahar llegaba a nuestras pituitarias, y como no, ¡ allí estaba, un precioso mandarino repleto de frutos !

Una imagen de la entrada con las escaleras ya liberadas de zarzas y grandes ortigas. Aún nos quedaba mucho por limpiar.

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Una vista de la entrada con el viejo melocotonero, hay un deposito para recoger el agua de lluvia.

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El mandarino citado.

Mandarino

         Para limpiar todo aquello nos hicimos con unos cuantos aperos para trabajar la tierra, una azada y una azadilla, un rastrillo, tijeras de podar y una cizalla para cortar las ramas más gruesas. Poco a poco, cortando, apartando y amontonando ramas llenas de espinas, grandes ortigas y otra vegetación invasora, fuimos abriéndonos paso hacia el interior. Una vez cortado todo lo que nos impedía entrar, tocaba sacar las raíces de toda esas plantas invasoras.

El terreno una vez limpio de toda la vegetación invasora…

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        Hecho esto, me dirigí al caserío de un amigo que me iba a dar los kg de abono natural, estiércol ( simaurra o simorra se le llama por aquí ), que necesitará. Le dimos la vuelta a unos 60 m2 de tierra con azadas, parcelamos el terreno según lo que tenemos previsto plantar, esparcimos el estiércol y ayer plantamos nuestras primeras cebollas, ajos, y algunas plantas aromáticas que utilizaremos en la cocina. 

Parte de las 200 cebollas que hemos plantado

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La primera fila lista para ser cubierta de tierra

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El trabajo terminado

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         Pronto empezaremos a poner lechugas, puerros, tomates y alguna otra hortaliza, de esa forma ganaremos terreno a nuestro proyecto de cocina de km 0. Dentro de unos meses haremos nuestra primera recogida de frutos de nuestra propia huerta, será un bonito momento. La calidad de la tierra ya nos la han mirado y parece ser que es de buena calidad, el anterior dueño se ocupó de que estuviera bien abonada. Quien sabe, tal vez aprendamos un día también a pescar desde el barco y entonces seremos un poco más autónomos.

       Va ser nuestro huerto con olor a mar, enfrente tenemos la bahía de Txingudi. Un lugar, que si cuidamos de él, seguro que sabrá correspondernos. No somos precisamente unos expertos en la materia, pero ahí, la figura de mi suegro Ernesto será fundamental, él sí es un hombre acostumbrado a trabajar la tierra, sus consejos serán fundamentales.

      El hueco que ocupa el mandarino servirá para recordar al Mediterráneo, unas plantas de albahaca no faltarán. Nuestra intención es acondicionar bien todo el terreno y tener allí un sito reservado para poder comer con amigos y familiares rodeados de nuestras plantas. Aún queda por hacer, tenemos que vaciar el lugar de todo lo que hemos cortado y arrancado, pero poco a poco el huerto va cogiendo forma y de aquella selva que encontramos al llegar ya no queda nada, lo más duro está hecho, ahora toca ponerlo bonito y cuidarlo.

A la izda contra la pared se puede ver el espacio dedicado a las aromáticas y los ajos.

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