Ayer pude comprobar claramente como se puede sufrir ese mal menor. Un fenómeno que obliga a hacer cálculos a la hora de planificar un bordo. El viento que me impulsó ayer soplaba justo del NE, 45º, amurado a estribor podía poner la proa a 0º y navegando amurado a babor mi proa apuntaba a 90º. Luego, ya en casa, pude comprobar descargándome el track realizado, cual importante había sido mi abatimiento.
En la imagen se pueden apreciar los abatimientos sufridos, el bordo más largo mientras navegaba hacia el Norte fue de 7'5 millas. Tras medir con un programa las diferencias entre el rumbo de aguja y el rumbo de superficie, la resultante fue que mi desvío del rumbo deseado fue de 1´5 millas. Es decir, por cada milla que avanzaba me estaba desviando aproximadamente 0´2 millas.
Mi intención era acercarme a Biarritz, se ve claramente como tras hacer el primer bordo hacia el Este el abatimiento me estaba desviando claramente de mi objetivo, así que tuve que volver a hacer otro bordo hacia el Norte para situarme en una latitud más septentrional y poder llevar el barco hacia Biarritz en el siguiente bordo hacia el Este. Aunque finalmente no pude llegar a Biarritz por falta de tiempo, puede apreciarse que la derrota de ese segundo bordo hacia el Este era bastante más correcta que la del primero.
Para hacer los cálculos mientras navegaba pude ayudarme de un pequeño GPS de mano, marqué un waypoint en Biarritz y a partir de ahí pude ir fijando rumbos. Me hubiera gustado haberlo manualmente con un compás de demoras y la carta náutica pero al navegar ayer solo y sin piloto automático no me pareció buena idea.
Lo que queda claro es que un pequeño GPS de mano puede ayudarnos mucho, la información que son capaces de darnos estos aparatos es sorprendente. Además de la posición actual, siempre tendremos a mano la velocidad, el rumbo de aguja necesario para llegar al destino marcado, el tiempo estimado para la llegada según la velocidad a la que naveguemos, la distancia que nos falta, etc. Luego estará ya la habilidad de cada uno para calcular el abatimiento que sufriremos, algo que puede variar dependiendo de múltiples factores.
En la pantalla de navegación podremos ir viendo nuestra posición y derrota en la carta náutica comparada con el rumbo de aguja que nos llevaría hasta el destino, en la imagen se puede ver la diferencia entre ellos.
Para regresar a Hondarribia el tema iba a ser muy diferente, el viento lo tendría a favor, tanto que a rumbo directo lo recibiría justo por la popa, algo un tanto incómodo si no se tiene un spi, esa vela tan llamativa que parece un globo cuando recoge viento. Como en mi caso no tengo esa vela opté por poner las velas a “orejas de burro”, es decir, saqué por cada costado del barco una vela y con mucho tiempo en el timón puse rumbo a puerto.
Orejas de burro.
Aguanté con esa configuración de velas hasta situarme frente al faro de Higer, allí Eolo dijo basta y el suave viento desapareció. La última milla antes de entrar en la desembocadura del Bidasoa la hice a motor disfrutando de un templado atardecer que sabía más a verano que a primavera.