martes, 10 de noviembre de 2015

Los caprichos del viento en la costa.

       Este pasado sábado navegué aprovechando la bonanza en el tiempo que estamos disfrutando, fue como un caluroso día de verano.

        Según el pronóstico dado por Euskalmet por fin nos dejaba el viento sur que nos ha acompañado en las últimas semanas, las temperaturas serían altas excepto en la línea costera donde era muy probable la aparición de la brisa marina, esta ayudaría a contener el mercurio en los termómetros.

       Mi intención era salir al alba antes de que lo hiciera el sol, así que con los últimos tintineos de algunas estrellas abandonaba el pantalán dispuesto a disfrutar de una buena mañana navegando.

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        Los catavientos de la pista del aeropuerto, que están junto a los amarres, me indican que está soplando una brisa muy suave del SW, hay que aprovechar el momento, cuando sopla del sur se puede salir a vela cómodamente por el río Bidasoa. Antes de llegar a la desembocadura me decido a izar la mayor y sacar la génova, la superficie del agua está tranquila como pocas veces. Tengo todo a favor, la corriente del río, la marea vaciante, el viento, con todos esos ingredientes salgo enseguida a la mar. La bahía la encuentro sumida en una increíble tranquilidad, tan solo se escucha a lo lejos el charloteo de un bote a otro de algunos de los numerosos pescadores que están intentando aprovechar estas horas del amanecer en la bahía.

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        El viento apenas varía su intensidad y dirección y la temperatura me resulta sumamente agradable, estar a las 8 de la mañana de un día de Noviembre en manga corta nos es precisamente muy habitual. La brisa es realmente suave, le calculo tan solo F-1, pero la ausencia total de cualquier perturbación en la superficie hace que el velero avance a casi 3 nudos. Avanzo en silencio entre las barquitas de los pescadores, nos saludamos, creo que me miran un tanto extrañados, no suele ser costumbre que salgan tan pronto veleros a navegar. Esta brisa terral es una gozada, el sol ya se ha levantado y comienza a teñir de naranja las velas y el casco de Siracusa, es un momento precioso.

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       Pero precisamente, la salida del sol y la elevación de la temperatura, hace que la brisa terral comience a desaparecer, es parte del ciclo de los vientos costeros.

La capacidad del mar para absortar y guardar la energía es enorme. Eso es debido a dos factores:

1. La transparencia del agua permite a los rayos del sol penetrar muy profundo.

2. La turbulencia constante del viento y tiempo mezcla continuamente el agua, distribuyendo el calor sobre grandes volúmenes que requieren de más calor para subir la temperatura.

       En contraste al océano, los rayos del sol no penetran muy profundo en el terreno, tan solo unos centímetros son afectados. Por consiguiente, mientras el terreno se calienta mucho más rápido que el océano, el terreno pierde el calor a la misma velocidad por noche.

   Intentaré explicar los ciclos de estos vientos costeros:

Brisa-marina

 

        El ciclo diario del calentamiento y enfriamiento de la superficie terrestre tiene notables efectos en el tiempo atmosférico. Cuando la superficie se calienta se forman corrientes ascendentes de aire caliente.

       La brisa marina, llamada también virazón, se forma debido a que durante las horas de sol la superficie de la tierra se calienta antes y más que la superficie del mar. La diferencia de temperatura entre estas dos masas de aire hace que en un día soleado la tierra se caliente más que el océano causando una pequeña zona de baja presión. El aire asciende a medida que la tierra lo va calentando (hasta los 1.000 o 1.500 m) y el aire más frío, situado sobre la superficie del mar, forma una zona de alta presión que hace que esta masa de aire tienda a llenar el espacio que ha dejado el aire más cálido que ha ascendido sobre la tierra. No hay que olvidar que la masa de aire de una alta presión sobre el océano, tiende siempre a desplazarse hacia la zona de baja presión situada sobre la tierra.

       Las mejores brisas aparecen en primavera y en verano porque durante la primavera la temperatura del agua aún está fría y durante el verano el sol produce altas temperaturas sobre la tierra. Cuanto mayor sea el diferencia de temperatura entre la tierra y el mar, mayor será la fuerza del viento que se genere.

       La brisa marina sopla perpendicularmente hacia la costa y puede llegar a alcanzar las 20 millas de distancia mar adentro. La fuerza máxima de la brisa se alcanza después del mediodía (momento más caluroso) y aunque en ocasiones, y según la orografía de cada zona, se puedan llegar a alcanzar los 20 ó 25 nudos de viento, por lo general, suelen ser vientos mucho más ligeros.

      La convección producida por el aumento de temperatura sobre la tierra y la fuerte humedad que trae el aire del océano forman nubes de desarrollo vertical (cúmulos o cumulonimbos) que pueden llegar a producir fuertes tormentas eléctricas y grandes precipitaciones.

       Todo este ciclo de vientos, presiones, etc, pude disfrutarlo el sábado, fue una clase de meteorología in situ, una forma de aprender muy entretenida. Pude grabar unos minutos de vídeo donde se aprecia todo lo explicado anteriormente, la suave brisa terral del amanecer, la calma chicha mientras las presiones de aire comienzan a diferenciarse en tierra firme y mar, y la aparición de una generosa brisa marina que llegó a eso de las 10 h y que se mantuvo hasta que el sol comenzó a perder fuerza. A eso de las 17 h dimos un paseo por los espigones de la desembocadura del Bidasoa y para entonces ya pudimos comprobar como el viento, la brisa marina, había desaparecido casi por completo, los veleros regresaban a palo seco, la tierra ya estaba enfriándose.

 

         Otra experiencia que pude comprobar fue la de las turbulencias y aceleraciones del aire en ciertos lugares. Como ya he explicado, la brisa marina sopla perpendicularmente de mar a tierra, y el límite costero que trazan las laderas del monte Jaizkibel dibujan sobre un mapa una línea que va del SW al NE, esta es la razón por la que la brisa marina aquí nos llega del NW, perpendicular a dicha línea costera, en el mapa de abajo se entiende todo esto mejor. El caso es que cuando la brisa sopla con una intensidad notable, esta, al llegar a la muralla que forma el monte Jaizkibel, tiende a sobrepasar dichas laderas por diferentes lugares. Parte de ese viento busca salida lateralmente pero otra parte de ese viento se eleva por la ladera, sobrepasa el monte y cae a la otra vertiente. En ese descenso se forman turbulencias impredecibles y además se acelera, esa aceleración la sufrí yo al llegar frente a la entrada del Bidasoa, rachas de F-5 ( entre 17 y 21 nudos ), una fuerza ya considerable para un velerito de 6 metros, me hicieron escorar bruscamente y tuve que recoger rápidamente el génova. Fue curioso ver como según entraba a la bahía y el monte Jaizkibel, que lo tenía a barlovento, iba ganando altura, esta ganancia de altura fue proporcional a la aceleración del viento que sufrí, a mayor altura de la ladera más aceleraba el viento.

      Al final aguanté solo con la vela mayor, pude buscar abrigo junto al espigón que delimita el río y que tenía a estribor, una vez tranquilizada la situación pude aproarme al viento tranquilamente y bajar la mayor.

Captura

 

2 comentarios:

La Maga dijo...

Hermosa clase de meteorología práctica. Me ha gustado mucho. En cuanto a lo que sucede con el Jaizkibel, aquí pasa algo parecido en el cabo San Antonio de Denia, puedes estar navegando con una brisa de F4 y en las proximidades del acantilado, las "serranas" te llegan a soplar con rachas de 30 nudos.

Un abrazo

Fernando dijo...

Hola Ana, a ti no creo que vaya yo a enseñarte nada sobre meteo, ni de meteo ni de nada que tenga que ver como el mar, un velero, y los vientos. Ya me gustaría a mi poder estar en alguna de tu clases...
Es bonito poder comprobar in situ algo que has estudiado.
Gracias por la visita, muxu bat.