Siempre me había tocado mirarlos desde la costa conformándome con imaginar la sensación viajar en uno de ellos, son los veleros. Esos barcos que con una o varias velas al viento te llevan de aquí para allí, han sido desde hace tiempo una pequeña obsesión en mis pensamientos, paso realmente envidia de los que van a bordo.
Este año, mis hijas han tenido su primera experiencia en uno de ellos, ¡¡ ay si me hubiera sucedido a mi lo mismo a su edad !!… ellas han sido “las culpables” de que por fin me haya animado a realizar mi primer curso de vela.
La montaña siempre me ha gustado, y desde muy pequeño he estado andando por senderos, desde que nacieron mis hijas me propuse que ese sería para mi familia nuestro terreno en común, la montaña. Pero cada persona somos diferente y no siempre salen las cosas como uno quiere, empezamos pronto a salir los cuatro juntos a la montaña, primero fueron cortos paseos por valles, luego modestas ascensiones a montañas cercanas. No tardamos mucho tiempo en darnos cuenta que ese no iba a ser su terreno, mi mujer tiene fuertes influencias que llevan siempre su mirada al mar y creo que mis hijas llevan en sus genes esas influencias. La montaña no les llena, no hablan su idioma. Ya han podido probar la sensación de estar varios minutos respirando bajo la superficie del mar y su cara lo decía todo, el mar les llena.
Por mi parte, la mar siempre me ha parecido también muy atrayente, he podido también disfrutar de lo que hay bajo su superficie desde que era pequeño, en la actualidad sigo buceando de vez en cuando, pero me quedaba la espina clavada de disfrutar sobre su superficie.
Solo vivimos una vez, y la mía quiero disfrutarla con los míos, en la montaña los echo cada día más de menos. Por ello llega un giro importante en mi vida, la montaña va a pasar a un segundo plano, quiero compartir con los míos todo el tiempo posible, será casi como un volver a empezar, compartiré por fin con ellos muchos más ratos.
Ayer fue mi estreno, mis primeras brisas marinas, la experiencia fue fantástica, esta vez era yo el que iba en el velero y otros los que miraban desde la costa. Fueron solo 3 millas de navegación, algo me recordó a mis primeras y sencillas salidas al monte de chaval. Solo 3 millas que estoy seguro que serán las primeras de una larga travesía.
Veremos hasta donde nos lleva el viento.
Una foto de las “culpables” en su estreno este año
Recogiendo velas
3 comentarios:
Fernando, me ha encantado tu reflexión.
Que disfrutes tanto o más que en la montaña.
De todas formas ten por seguro que la montaña no la vas a dejar nunca.
Hay dias en los que es imposible navegar, mientras que esos dias si puedes aprovechar tu vieja afición.
Un abrazo Fernando, y que nos sigamos viendo sea donde sea...
Los temas no son excluyentes sino conplementarios, yo por ejemplo viajo mucho, y sino voy a la montaña, si a tus hijas les encanta el mar, perfecto, pero tampoco creo que quieran salir cada fin de semana a navegar, mi experiencia me dice que hay tiempo para todo y si uno se organiza medianamente es mas facil conpaginar que obligar. No hay que forzar sino dejar que fluyan las cosas.
Un saludo
Leyendo estas profundas reflexiones deduzco que quieres pasar más tiempo con los tuyos, es normal. De todas formas creo que somo felices gracias a la suma de momentos y situaciones diferentes y variadas como pueden ser el mar, la montaña o un tranquilo paseo con los nuestros.
Un saludo y un abrazo a las navegantes.
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